La inteligencia emocional está cada vez más presente en todos los ámbitos de nuestras vidas y está alcanzando la fama mundial en los últimos años.
Continuamente, se publican estudios, artículos y reflexiones sobre el tema, presentando diferentes técnicas para su desarrollo. Todas ellas con objetivo de que sean aplicadas en los diversos entornos donde nos movemos, como el sentimental, el familiar o el profesional. De conocernos a nosotros mismos y nuestras emociones, de forma que podamos tomar decisiones inteligentes que acabarán siendo determinantes para nuestro futuro.
Un gran libro me ayudó a profundizar en el tema. Su nombre es Inteligencia Emocional, de Daniel Goleman. Escrito para todos los públicos y dotado de una gran cantidad de ejemplos clarificantes a lo largo del mismo. Haré una reseña con el resumen de algunos capítulos que para mí son muy prácticos y se entienden muy bien.
Ensayo: Inteligencia emocional, de Daniel Goleman
Me han llamado la atención unos cuántos capítulos del libro de Daniel Goleman “Inteligencia emocional“, así que en este ensayo los analizaré tratando de reflexionar acerca de su aplicación práctica. Sobre todo en materias que nos interesan, como la mediación, la negociación y el liderazgo.
Conócete a ti mismo
El capítulo Conócete a ti mismo nos muestra la importancia del conocimiento y gestión inteligente sobre nuestros propios sentimientos. Desde mi punto de vista y en base a mi experiencia, es para mí uno de los capítulos con más relevancia del libro de Daniel Goleman, puesto que es la base del desarrollo de la inteligencia emocional. Así que lo he resumido de forma sencilla.
Todo líder transformacional y todo buen negociador debe conocer e interpretar de manera correcta sus emociones para no dejarse llevar por sus impulsos y fracasar en su cometido.
En otras palabras, debe estar “por encima” de esta amenaza y conseguir ser un observador neutral de sus propios sentimientos para responder adecuadamente ante estos.
Respecto a este punto, me parece interesante rescatar una cita del libro formulada por William Styron cuando hablaba de su depresión: “estar acompañado por una especie de segundo yo, un observador espectral que, sin compartir la demencia de su doble, es capaz de darse cuenta, con desapasionada curiosidad, de sus profundos desasosiegos”. La observación de uno mismo desde fuera, nos permitirá tomar conciencia de lo que sentimos en ese momento.
Es frecuente dejarse llevar por los impulsos de ira que causan el enfado, o por los de agobio, que causan la ansiedad. A lo largo de mi vida he sido víctima de estos arrebatos que en esos momentos nublaron mi razón y mi sensatez. Los mismos que fueron la causa de la toma de decisiones en caliente y que desembocaron en consecuencias desastrosas, poniendo en peligro mis relaciones personales o profesionales.
Pero la estrategia que nos interesa es bien diferente. Nos interesa el autoconocimiento. La atención neutra flotante de nuestros propios estados internos.
Uno puede percatarse en la práctica de cómo esta habilidad de autoconocimiento requiere (en ese mismo momento en el que debe aplicarse más intensamente) de un paciente temperamento en el momento preciso. Si conseguimos desarrollar esta habilidad encontraremos la calma por y para nosotros mismos, que al mismo tiempo será percibida por la otra persona. Como se comenta al inicio del libro: las emociones se contagian.
Esto nos interesa tanto si somos líderes como si somos parte negociadora. Si somos inteligentes emocionalmente, la imagen que transmitiremos de nosotros mismos será la de personas con conocimiento y control sobre sí mismas y sus sentimientos.
Personas que saben tomar las mejores decisiones gracias a esa capacidad de navegar durante la tormenta. Esto es lo que será percibido por el resto. Obtendremos respeto y transmitiremos calma, confianza y demás sensaciones que transmiten los líderes transformacionales.
Conoce las habilidades de un líder transformacional
Inteligencia emocional vs pasotismo
Ahora bien, la cuestión no se trata de desembarazarse de los malos sentimientos convirtiéndonos en máquinas. Se trata de gestionarlos con la intensidad que merecen para aprender de ellos, pues son reacciones biológicas naturales que transmiten mensajes que debemos escuchar aunque no nos gusten.
Para plasmar este ejemplo de sentir poco o nada, me gustó esta curiosa anécdota que aparece en el libro: “el caso de aquel estudiante interno que, cierta noche, al descubrir un fuego en su dormitorio, cogió un extintor y lo apagó. No hay nada especialmente extraño en su conducta, a excepción del hecho de que, en lugar de correr a apagar el fuego, nuestro estudiante lo hizo caminando tranquilamente porque, para él, no existía ninguna situación de peligro.”
Este extremo es el de una persona que pasa por la vida de forma desapasionada sintiendo poco o nada, atrapado por un pasotismo que no es el objetivo que nos interesa.
Seguimos reflexionando acerca de la aplicación práctica de la inteligencia emocional y la utilidad que puede tener en nuestra vida personal y profesional.
Si logramos dominar nuestras emociones sin que ellas nos dominen a nosotros, podremos tomar decisiones más inteligentes para nuestro futuro.
Después de haber comprendido lo que Goleman nos ha querido transmitir en el capítulo Conócete a ti mismo. Podemos seguir explorando más enseñanzas de su libro Inteligencia Emocional, como el estado de flujo o los pensamientos positivos.
En esta segunda parte analizaré el capítulo La aptitud maestra, que introduce el interesante concepto de estado de flujo.
La aptitud maestra
El capítulo La aptitud maestra nos interesa especialmente para la formación como negociadores y líderes, por ello lo resumiré a continuación. Habla de un estado mental que estoy seguro de que todos lo hemos alcanzado alguna vez con mayor o menor intensidad:
El estado de flujo
El estado de flujo descrito por Mihaly Csikszentmihaly me parece una de las mejores herramientas, junto con el autoconocimiento, para hacer frente a muchas debilidades. Este capítulo, Daniel Goleman describe el flujo como “ese estado en el que las emociones no se ven reprimidas ni canalizadas sino que, por el contrario, se ven activadas, positivadas y alineadas con la tarea que estemos llevando a cabo.”
Lo que se entiende es que hay una auténtica sincronización entre la acción y la emoción, pareciendo que no existe el tiempo ni el espacio, debido al nivel de concentración creativa y armoniosa que nos envuelve.
Es por ello que todos nosotros hemos podido experimentarlo alguna vez, si no en su plenitud, en parte de ella. Por ejemplo, entra en estado de flujo el artista cuando está sumergido en su obra, un cirujano cuando trabaja a esos niveles de concentración, o yo mismo cuando escribo este ensayo. De nuevo, en palabras de Daniel Goleman, “es un estado en el que uno se siente tan bien que resulta intrínsecamente recompensante, un estado en el que la gente se absorbe por completo y presta una atención indivisa a lo que está haciendo y su conciencia se funde con su acción.”
Al estado de flujo se accede en plenitud cuando la dedicación se ofrece a aquello que se ama. Es por ello que considero importante tener esto en cuenta al trabajar en una negociación o ejerciendo de líder en algún momento, ya que amar estas artes cuando se practican es lo que marcará la diferencia.
Este estado está estrechamente relacionado con el autoconocimiento que comentábamos anteriormente, pues cuanto más control sobre nuestras emociones tengamos, más fácil será el acceso al estado de flujo.
Por eso, si nos abrumamos dándole vueltas obsesivas a los pensamientos negativos, no podremos tener nuestro cerebro atento a lo que de verdad importa.
Una buena gestión de las emociones nos permitirá concentrarnos en disfrutar los procesos de negociación y liderazgo, recordándonos a nosotros mismos por qué elegimos formarnos en este campo, y propiciando así este estado de flujo gracias a estos pensamientos positivos indispensables.
Pensamientos positivos
Conociendo todo esto, ¿cómo podemos favorecer el estado de flujo en las materias que nos competen?
Aquí es donde entran en juego los pensamientos positivos y la autoestima que tengamos sobre nosotros mismos y nuestras capacidades. No nos interesa entrar a negociar con miedo ni liderar a un equipo a merced del estrés y la angustia.
Esa pesada carga de pensamientos negativos no nos conviene por varios motivos: nos impide acercarnos lo más mínimo al estado de flujo; nos hace transmitir desconfianza de forma inevitable; y nos hace perder de vista las oportunidades que nos ofrece el desafío que afrontamos.
La baja autoestima sobre nuestras capacidades genera emociones negativas de miedo y estrés que nos alejan del foco de concentración que requiere el estado de flujo. Estas a su vez nos deslegitiman influyendo negativamente en la percepción que el resto tiene sobre nosotros, dañando nuestra imagen y, en general, reduciendo las probabilidades de éxito en la toma de decisiones.
En definitiva, nos será imposible disfrutar de nuestra misión y permaneceremos ciegos ante las oportunidades y alternativas que nos ofrece el desafío de la resolución de un conflicto.
Si recordamos al estudiante que apagó el fuego con total desgana, nos daremos cuenta de que ese pasotismo tampoco conviene porque trata de desprenderse de las emociones en lugar de gestionarlas correctamente.
La empatía en la inteligencia emocional
La actitud desapasionada es un enemigo natural de una capacidad inherente en los buenos líderes y negociadores: la empatía, uno de los pilares de la inteligencia emocional.
Es en la empatía donde me quiero detener para hacer referencia a un artículo titulado Inteligencia emocional y rasgos de personalidad. En el mismo se trata la empatía como una de las claves, junto con el autoconocimiento, para tomar decisiones más inteligentes. Nos aclara la importancia de saber ponerse en el lugar del otro para poder realizar una reflexión coherente y un razonamiento más imparcial (y por tanto más justo).
Podemos concluir que la Inteligencia Emocional requiere de la capacidad de poseer empatía hacia los demás y de razonar la mejor forma de afrontar los problemas o el estrés.
Para terminar, me gustaría cerrar el ensayo con esta cita que mucho tiene que ver con lo estudiado, pronunciada por una auténtica líder histórica:
“Debemos hacer las cosas ordinarias con un amor extraordinario”
Teresa de Calcuta